[RELATO]
Melodías internas.
No sentía mucha simpatía por la medicina ortodoxa. No al menos por aquellos para los que la medicina era su dios. No para aquellos que creían en ella con fe ciega sin cuestionar poco o nada, pero sobre todo, sin cuestionarse.
Lo sentía así desde niña, por experiencias diversas que fueron breves y sin importancia, aunque suficientes para que calaran hondo en ella.
Sin embargo, le encantaba escuchar el sonido de su corazón con aquellos auriculares tan extraños con los que los médicos le habían auscultado, alguna que otra vez, cuando era pequeña.
Esa fichita porosa y fría del estetoscopio que facilitaba la escucha de lo más íntimo de su cuerpo. Esa circunferencia gélida al contacto con la piel, que amplificaba el sonido de la vida la tenía completamente hechizada.
Ella quería tener uno de esos artefactos de nombre impronunciable, para conocer sus más profundas melodías.
Al final, lo consiguió.
Gracias a aquel receptor podía viajar a fascinantes mundos. Percibía su latido, la sangre recorriendo su cuerpo, el movimiento de sus intestinos, los jugos gástricos de su estómago, sus inhalaciones y exhalaciones.
Jugaba inocente a dejar de respirar, pensando que así podría cesar el latido. Tosía, y se reía mientras iba moviendo por todo su cuerpo el círculo poroso que, para entonces, ya contenía su temperatura corporal.
Cerraba los ojos e imaginaba los movimientos de su corazón. Diástoles y sístoles danzando armónicamente.
Sus propia musicalidad la calmaba, la conectaba con su cuerpo y con el gran misterio que era la vida.
Era como una nana para ella. Curiosidad. Diversión. Felicidad suprema. Unión y conexión profunda.
Si no fuera porque aquellos extraños auriculares presionaban sus oídos hasta límites hostiles, podría haberse quedado dormida en cualquier momento, mecida por el sonido amplificado de la propia vida.