[RELATO]
El otro día observaba a Ekaitz leer cuando su cara se iluminó. Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro y se conectó a mi corazón.
Le susurré si podía pasarme el libro e indicarme el párrafo que acababa de leer.
Él sin decir nada y dentro de ese ensimismamiento que le albergaba alargó su brazo para acercarme el libro señalándome el texto.
Lo leí y no comprendí nada. No podía entender qué era lo que le había hecho resplandecer de esa forma.
Le devolví el libro. Y en silencio seguí observándole. Lo que fuera que estaba viendo en su rostro me envolvió de nuevo.
Enseguida me di cuenta de que no era importante entender nada. Lo esencial se encontraba más allá del mero entendimiento.
Y sin embargo algo parecía haberle/me transformado.
En realidad no había nada que transformar, entender o descifrar porque una comprensión más allá del razonamiento acababa de impregnarnos.