DESNUDEZ DE OTOÑO

[RELATO]

Todavía hoy —recordando cuando nos conocimos hace ya una década— me deleito leyendo tu cuerpo en cada tatuaje que lo cubre.

Recuerdo los días descubriéndote bajo el arte que envolvía el órgano más extenso de tu arguellado cuerpo. Pasábamos las horas, del húmedo otoño, sobre el suelo radiante de madera de castaño.

Con la mirada perdida, observábas la lluvia caer sobre los árboles del jardín. Al mismo tiempo, las gotas de agua se precipitaban a gran velocidad por la enorme cristalera de la habitación, como queriendo revelar tu lado más vulnerable.

Yo acariciaba pausadamente tu piel, siguiendo las líneas de cada uno de los trazos que la vestían. Tú, me ibas relatando —a susurros entrecortados— profundas historias de vida ancladas en cada tatuaje. Yo me estremecía, y me iba enamorando de todas tus aristas.

Los árboles se desnudaban frente a nuestros cuerpos, también desnudos. La fina lluvia y el resplandor de los relámpagos ambientaban espacios en los que todo parecía derrumbarse, incluidos los trajes y los velos que no permitían vernos.

Así fue, como descubrí tus más oscuros e íntimos secretos. Tus heridas. Tus sombras, y la potente luz que ansiaba abrirse paso, para hacerlas desaparecer.

Así fue, como supe que lo quería todo.

Así fue, como te pude amar sin condiciones, a través de historias de vida que hasta el momento parecían estar condicionando la nuestra.

🪶 Begoña Salinas

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