Cuando te invade un sentimiento de felicidad, de paz, de inclusión que parece venir de otra persona…
al haberte hablado con la mirada,
al aceptarte tal y como eres,
al dedicarte una sonrisa,
al observarle disfrutar,
al compartir experiencias.
Cuando sientes algo profundo que parece venir de un paisaje, de la naturaleza…
ese atardecer de colores imposibles,
la bravura de las olas en una noche de luna llena,
las fragancias que traen las tormentas,
el aletear de una mariposa que juguetona te acompaña en el camino,…
Quédate con ese impulso,
ese sentir,
esa motivación,
ese chute que has sentido.
En realidad, nada de lo que sientes tiene que ver con el otro, ni con nada externo, aunque esto tampoco es importante ahora.
Quédate con lo que estás sintiendo en ese momento, con la expansión, con la sensación de plenitud que te envuelve.
Disfrútatelo todo,
y no te apegues a la persona o a la situación.
No te apegues a ese paisaje,
a esa naturaleza increíble.
Vívelo con intensidad y suéltalo a la vez.