Cuando no me tomo nada personal,
cuando me «despersonalizo» de mí misma,
todo lo que sucede,
todo lo que me dicen,
aquello que escucho,
lo que me llega,
pasa a través mío.
No lo interpreto.
No me irrita.
No me molesta.
No me pongo efusiva.
Si no lo alimento,
pero sí me permito sentirlo en su totalidad;
en la superficie cuando sea el caso,
o hasta lo más hondo cuando sea preciso.
Si no me identifico
pasará como pasa la tormenta,
pasará como sucede con las nubes cuando cubren el sol.
Tarde o temprano,
pasará de largo.
La luz siempre está en cada uno,
aun cuando no la «vemos» por nuestra ignorancia.
Hacemos de canal. Siempre.
Ya sea consciente o inconscientemente.
Quizá, mejor, ser uno consciente
permitiendo que TODO nos atraviese
sin necesidad de alimentarlo.
De esta forma,
lo dejaremos ir sin intención, sin esfuerzo,
debido a que no podrá engancharse, al no encontrar dónde.
Es una elección. Sencilla.
No siempre fácil, sí satisfactoria,
que nos re-conecta con la paz, el sosiego y la armonía
que se encuentra en cada uno de nosotros.
Para dejar que algo nos atraviese
hemos de estar preparados para SOLTARLO todo.
Tanto lo que nos fascina,
como lo que renegamos profundamente.
No sin antes, poder SOSTENER esta elección.
No sin antes, poder SOSTENERSE.