[CONVERSACIONES]
—¿Sabes, Kristen? Yo no tengo miedo. Últimamente todo el mundo habla del miedo y de cómo superarlo, y lo cierto es que me he dado cuenta de que yo no tengo miedo a nada. Por no tener miedo, no tengo miedo ni a la muerte, que vendría a ser el miedo de los miedos, ¿no?
Su amiga prestaba atención a lo que le estaba diciendo y cuando terminó le hizo la siguiente pregunta.
—Entonces, cuando por vergüenza, orgullo o pereza dejas de hacer eso que sientes en lo más profundo, ¿cómo llamarías a eso?
—Pues vergüenza, orgullo o pereza —dijo Elba sonriendo como si la respuesta fuera tan obvia que no hubiera necesitado ser respondida—. Eso no tiene nada que ver con el miedo, simplemente a veces soy así.
—No, no eres así, Elba. Te comportas así, pero no eres así. Detrás de esas palabras, y de muchas otras, es donde se esconden los miedos. En algunos casos, tus miedos más profundos, que nada tienen que ver con la muerte física.
Detrás de la vergüenza puede haber un miedo a que no te acepten.
Detrás del orgullo puede haber un miedo a ser rechazada.
Detrás de la pereza un miedo a no ser capaz.
Ese miedo a la muerte del que hablas es el menor de los miedos, pero todos los demás esconden el miedo a la vida.
Y ese sí, es el miedo de los miedos.