A lo largo de la vida pocas veces te has encontrado dentro de los estandartes establecidos. Esto está genial en muchos aspectos pero no nos engañemos, a veces, resulta complicado vivir así.
Y no sé a ti pero a mí me fascinaba la vida tanto como el deseo de apearme de la misma en cualquier momento.
Sí, lo sé, contradicciones. Viven y han vivido siempre cerquita de mí. Todo un aprendizaje que convivan en armonía dentro de uno.
De señalar fuera con el dedo acusador cambié la orientación de ese dedo dirigiéndolo hacia mi persona. Así que de parecerme que todo lo que me jodía (eso que uno no sabe como gestionar) estaba fuera empecé a creer que lo que andaba mal estaba en mí.
Como imaginarás ninguna de las dos opciones fue la solución. Mirar hacia dentro, sí. Sin embargo, la culpabilidad y la sensación de tener «taras» no ayudaba nada.
Cuando me cansé comencé a darle la vuelta de nuevo. Ahora cambiaría el foco y lo expandiría más allá del yo persona/personaje.
Cuando uno escoge responsabilidad y aceptación, que no culpabilidad y resignación, una compresión difícilmente explicable con palabras (pero sí experimentable) te invade.
Y no es nada que tenga que ver con un cambio físico. Ni externo ni interno.
Tiene que ver con un cambio de mentalidad. Con escoger el miedo o el Amor (estado de conciencia) como guía.
Tampoco quiere decir que desaparezcan tus miedos, solo que cuando aparecen los atiendes. Los sientes. Los observas. Sin lucha, sin ir contra ellos.
Y los miedos se diluyen.
¿Así de fácil? ¿Para siempre? Puede o puede que no.
Seguramente volverán. Miedos de todos los colores. Disfrazados de polaridades opuestas que incluso no te parezcan miedos.
Nos despistaremos una y otra vez. No importa.
Cada vez te volverás más consciente y podrás volver a escoger. Miedo, lucha, separación o amor incondicional, comprensión, unidad.
Este cambio de mentalidad nos va acercando a un sentir que me encanta: sentir como la Vida/el Amor se vive a través nuestro.